DON JUAN FEROZ
Todo
empezó la oscura noche del 31 de octubre cuando, entre aullidos, voces y ruidos
escalofriantes, se produjo lo inimaginable.
Don
Juan era un hombre soberbio e inmaduro, capaz de hacer lo que sea por atraer a una
mujer. Salía en busca de una dama todas las noches de luna llena. Cuando
lograba seducirla, se producía la transformación y Don Juan se convertía en un
feroz y terrorífico lobo que devoraba a
la desafortunada víctima que, indefensa,
caía en sus trucos de atracción.
Era
su ley de vida, seducir para sobrevivir.
Según
él -para otros sus vicios son el juego o el alcohol-, su droga era el amor, pero no el
amor pleno, sino el tenebroso y espantoso que se consigue engañando, usando
todo tipo de artimañas. El pueblo desconocía la siniestra doble identidad de
Don Juan, así que tenía que ser muy sutil y matar a su presa con sigilo para no
ser descubierto.
El
31 de octubre había luna llena. La siguiente desafortunada fue la joven e
inocente Doña Inés. Susurrándole al oído versos de amor: "No es verdad
ángel de amor..." La acompañó a un lugar alejado.
Era
una hermosa dama, muy bella, que se dejó seducir por Don Juan. Estaba el
hombre-lobo a punto de conseguir su objetivo cuando la mujer notó algo peludo
en su cuello. Doña Inés se giró y observó aterrada el terrorífico hocico del
licántropo, a la vez que un estridente
chillido salía de su garganta.
Don
Juan mató a Doña Inés de inmediato. Mientras se alejaba con cierto arrepentimiento
no podía evitar pensar sin embargo, en su siguiente víctima.
Es
la verdadera naturaleza del depredador.